Hubo un tiempo en que realizábamos muchos “ENCUENTROS”, que eran retiros espirituales en los que contabas tu testimonio peludo y pelado. Los líderes daban el ejemplo para que los demás se suelten y bueno, nos enterábamos de todo y todos se enteraban de nuestro pasado tormentoso, con muchos detalles a veces.
Lo más chocante para mí era ver que la infancia de la mayoría fue muy dura. La mía no estaba excluida. Pero al mismo tiempo me daba alivio saber que no era la única que había sentido dolor y cosas inexplicables de pequeña.
Pero un detalle que casi nunca noté en los testimonios, era que alguno dijera que sabía que lo que había pasado, sea lo que fuere, serviría para ayudar a alguien. Sin embargo en mi caso, siempre lo supe. A veces las cosas eran tan duras, que algo dentro de mí retumbaba diciéndome que tenía que aguantar, que algún día eso ayudaría a alguien.
Este fin de semana estuvimos en una conferencia de pastores. Y uno de los predicadores habló de ese punto, que por el llamado o lo que fuese, hay quienes pasarán por nuestro camino doloroso, por así decirlo, pero como ya hemos estado ahí, sabremos como inspirarlos y ayudarlos a encontrar la salida en Jesús.
Esto me hizo pensar que hace mucho tiempo dejé de conectar mis experiencias con los que vienen detrás de mí. Me di cuenta del egoísmo infernal que me ha estado rodeando. Tengo que reconocer, porque siempre fue una verdad en mi vida, que lo doloroso y difícil se hacía más llevadero cuando sabía que alguien algún día escucharía mi testimonio y le ayudaría en algo.
Todo esto puede deberse a que llega un tiempo en que ya te cansas de ir adelante en estos aspectos y ¡bueno! PARE DE SUFRIR, lo cual es legítimo, al final de cuentas la lucha de nuestra vida y relación con Dios es para estar mejor ¿no?
Mi pastor póstumo repite incesantemente en sus prédicas que una señal del fin es que los hombres serán amadores de sí mismos.
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios…” 2 Timoteo 3:1-4
Literal, esta señal es más clara que el mismo 666 en la cabeza de Damian.
Bueno, no quiero ser una estadística profética de los tiempos del fin. Así que haré un recorrido mental sobre mis etapas de rechazo, abandono, bulimia, pecado acérrimo, locura, hostilidad, rebeldía contra Dios, dolor y frustración en el ministerio, el imposible arte de tratar con la gente, falta de paciencia, limitaciones físicas, maternidad cuestionable, cónyuge jezabélica, administradora lacrimógena, y tantas cositas nuevas que siguen apareciendo en esta, mi jornada en la tierra.
Conectaré, no mis victorias, sino el cómo, si Jesús pudo conmigo, seguro que puede contigo. Pensaré nuevamente en esas personas que querrán escucharme. Sé que para algunos ya soy disco rayado, Dios los bendiga, pero todavía hay algunos más a los que puedo bendecir con mi pasado tormentoso. Garantizado está que seguiremos siendo desafiados mientras tengamos vida.
Bueno, eso, ya está.
Clb.