Debo registrar una de tantas cadenas que Dios rompió en mi vida. YELP me recordó que nuestros testimonios son atemporales. ¡Gracias YoElijoLaPureza! A alguien ayudará lo que se viene.
Dios me hizo libre de la bulimia a los 35 años. Si piensas que esta enfermedad visita solo a las jovencitas, no es cierto. Empecé a los 13 años, cuando algunos se encargaron de que mi autoestima quedara enterrada en el subsuelo y de los reflectores puestos en toda mi grasa corporal y desproporción física, algo que es común en todos los que no somos Barbie o Ken.
Fui 22 años esclava de este desorden alimenticio y todo lo que involucra: atracones, vómitos, obsesión, control, ansiedad, distorsión, opresión demoníaca, sobre ejercicio de madrugada, en la tarde y en la noche, tenía el paquete completo.
Eran constantes maretasos golpeando mi mente y corazón día y noche. El 80% de mis pensamientos era sobre la comida, subía y bajaba de peso. Me daba atracones, los vomitaba, por meses comía una vez al día y después no podía dejar de comer. En los embarazos me sentía aliviada porque podía comer y engordar sin preocuparme de nada, pero después de los nueve meses vendría esta opresión para tomarme, atormentarme, sujetar mi mente y hacerme su esclava una vez más.
Amaba a Dios en ese entonces, con lo que podía entender que era amarle, lo buscaba con todo mi corazón pero me sentía miserable, como muchos cristianos que llevan una doble vida. Hablaba de Jesús, dirigía las alabanzas, hacía discípulos, aconsejaba, era obediente, era esposa y madre pero por dentro todo era muerte y esclavitud. Es agotador.
Sabía que estaba loquita y trataba de mantenerme lo más cuerda posible cuando estaba con los demás para no desencajar, sobre todo en el entorno de liderazgo de la iglesia a la que pertenecía.
Una líder más joven que yo, que había pasado por lo mismo, identificó esta enfermedad en mí y la expuso a quien en ese entonces era mi líder espiritual, ¡Hasta para eso no encajaba! ¿Qué hacía tan vieja, casada, con hijas pequeñas, sumergida en estos males?
Tú dirás, “pero por amor a tus hijas tenías que alejarte”, créeme que cuando algo te tiene esclavo, por tanto tiempo, nada ni nadie son suficiente motivo para salir de eso, se necesitaba
una intervención sobrenatural.
Un clamor se levantaba desde mi interior y al mismo tiempo no quería ser libre, tenía terror a engordar, “primero muerta antes que subir de peso”, fue lo que dije en voz alta cuando me descubrieron.
Por ese tiempo existía el Centro de Entrenamiento de Fe (CEF). Rubén había llevado el primer año y vi cambios significativos en él. Eso me animó a asistir. Pero algo por dentro me decía que no iba a servir de nada, que era un desperdicio de tiempo.
Un domingo en la noche, después del culto de nuestra iglesia, cuando mi familia ya dormía, me senté en el mueble de mi sala con la biblia en la mano. Le dije a Dios que me hable si es que debía ir a las clases del CEF y que si estaba bien que una hija suya se sintiera tan miserable. Y para desafiarlo le dije que iba a abrir la biblia en cualquier parte y que esperaba que me hable fuerte y claro. Esto fue lo que me dijo:
“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.”
En ese momento supe que Dios me conoce. Nadie hubiera podido describir mi vida y corazón durante esos 22 años. Lloré por largos minutos, asombrada por lo sobrenatural de la exactitud, agradecida porque al fin alguien definió mi vida hasta ese día y avergonzada por tan terrible diagnóstico. Pero no quedó ahí:
“ Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras delante de mi Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Supe que mi situación era muy seria, estaba al borde de la muerte, Jesús mismo me lo estaba diciendo y que la solución no era victimizarme, ni mil consejerías, ni culpar a mis padres, líderes o lo que sea, sino acordarme de lo que había aprendido y arrepentirme, dejar de hacer lo que estaba haciendo. Estaba muy cerca de algo terrible, gracias a Dios, nunca sabré que fue de lo que él me libró.
Esa fue una noche muy dura, dolorosa, necesaria, de rescate. Me sentía honrada de haber sido reprendida por el Señor. Me sentí amada por él.
Al día siguiente empecé mis clases en el CEF, a las dos semanas, en una clase de sobre el fundamento de la resurrección de los muertos, el Señor Jesús me hizo libre de una vez y para siempre.
Al poco tiempo compartí mi testimonio con una chica de la iglesia, que se arrancaba los cabellos de la cabeza desde su adolescencia. Y por más que ya era adulta lo seguía haciendo al punto de que el cabello no le volvió a crecer en una zona de la cabeza. Le conté tal cual cómo Dios me había sanado y en ese mismo momento ella fue sana de esa atadura sin solución, según su siquiatra. Dos por uno para Jesús.
Ya han pasado 13 años desde que el Señor me liberó con su mano de poder. Ahora ando rica y apretadita por la vida, cuidando el templo en el que Él habita.
Doble vida para el diablo y doble victoria para Jesús. Solo su unción rompe el yugo, el que sea.
Dios es bueno. Lo amo por siempre
Clb